Para quien transite los caminos y rutas, contemplando el paisaje del sur de la Provincia de Buenos Aires, donde se enclavan mis pagos mayoleros, y aún para los que nacimos alli resulta difícil imaginar como serían en su estado natural, cuando eran recorridos por los cazadores nómadas que fueron sus primeros habitantes, que dejaron huellas hasta hoy de su paso.
En la primavera, en los sembrados de lino, las hormigas hacían su daño respetable, y había que combatirlas. Mi abuelo materno, que era sembrador de lino, me solia llevar a que lo acompañara. Este trabajo se hacía caminando por el lote tratando de visualizar los lugares donde faltaban plantas, y luego seguir los caminos hasta encontrar los hormigueros. Las lluvias ablandaban los terrones que hubieran quedado, y algunos de estos "terrones" no eran tales y así se descubrían bolas de piedra, puntas de flecha, brillando sobre el gris amarronado del suelo. Se las guardaba (no eran tantas tampoco) pero con los años logré hacerme de unas 20 piezas arqueológicas. Años después caí en la cuenta que: Piedra en la zona no había (salvo los afloramientos calcáreos, "tosca") y que la piedra de estos encuentros era de lugares muy remotos. Algun geólogo me desasnó que ahi había granito negro venido de la Sierra de Tandil (a 200 Km de distancia), cuarcita de Sierra de la Ventana (tambien a 200 Km. de distancia, pero para el otro lado) y hasta algunas muy bien trabajadas de una piedra rosada ¡ que eran de la Cordillera de los Andes !
¡La pucha que estaba transitado el "Desierto"!
Volviendo al principio, debe recordarse que una de las características de la Pampa Húmeda, sobre todo en esa parte del sur es la carencia absoluta de árboles autóctonos. Todo lo que usted vea en materia de árboles ha sido plantado por el hombre, y hoy en día es prácticamente imposible encontrar la vegetación original. Solo en los terrenos del ferrocarril se puede conservar algo de lo que fue el paisaje uniforme de este enorme territorio antes de la llegada del "cristiano".
Las especies naturales eran gramíneas duras del tipo de la paja brava o la paja vizcachera y como máxima vegetación alguna brusquillas, arbustos que no pasa los 2 m de altura.
Para que esos campos fueran aptos para la cría de hacienda vacuna o lanar había que dominarlos, y el unico procedimiento era arar los pajonales y romper los cascotes que se armaban con el matorral de raices de las pajas. Sembrar trigo (al voleo) y pasar una rastra de dientes para cubrir la semilla. Repetidas esas acciones un par de ciclos seguidos, en el tercero, ya se podía sembrar trigo mezclado con alfalfa para poder utilizarlo para ganaderia.
Eso ya había sucedido en tiempos de mis abuelos, por lo que solo tuve conocimiento por sus historias. Ya para cuando empiezo a ver y entender era solo recuerdos y anecdotas.
Pero como le dije, nada de lo que vemos hoy en dia es autóctono. Tengalo por seguro que todo árbol, monte, arboleda, montecito ha sido hecho por la mano del hombre. Y que la mayoría de esos montes, fueron chacras, que albergaron familias con tristezas y alegrias, éxitos y fracasos, amores y desencuentros, despedidas y reencuentros. Fueron nidos de pajaros, cacareo de gallinas, mugido de vacas, balido de ovejas, risas de chiquilines, ladrido de perros avisando la llegada de un extraño.
Una cosa curiosa; plantar un árbol es un acto de presente pero con un componente de futuro. El arrendatario plantaba árboles en tierra ajena. En la que no sabía si al término del contrato iba a seguir. Sin embargo, plantaba árboles.
El silencio y los olores: Se potenciaban por la noche, Nada hay mas poblado de sonidos que el silencio en las noches del campo. Cuando no había viento, el silencio parecía que se palpaba y sin embargo, los sonidos estaban ahí, sutiles casi imperceptibles salvo par los oídos no contaminados por el ruido. Una hoja que se movía al aleteo de un pájaro medio dormido, un balido lejano de una oveja, los pasos de un caballo, el ruido de la varilla del molino al que una brisa lo hacía dar un par de vueltas, el suspiro del perro que dormido en el corredor se acomodaba en el sueño. ¿Que soñarán los perros?. Y por ahí, los patos, que en medio de la noche salian de ronda, quien sabe para donde ni con que propósito, y el primero de la fila lanzaba su ¡¡cuac, cuac!! inmediatamente coreado por el resto de la bandada. De pronto; alboroto en el gallinero!!! y alla salía mi padre armado de escopeta secundado por mi madre con linterna, a la caza de la comadreja que andaba de cacería, o del peludo que "avanzaba" sobre el nido de una clueca a comerse los huevos...
Y los olores que aun estando presentes de dia, al caer el sol se potenciaban. El olor de la tierra arada, el olor del rastrojo, el olor del trigo maduro, el olor de la floración del girasol. Y a veces, en el verano, despues de un dia de calor, el viento daba la vuelta al sur, y primero, traía el fresco, y luego, a la madrugada llegaba un tenue olor a mar, que pese a estar a unos 50km en línea recta llegaba...
Por alla en medio de la noche el ruido lejano del tren de las 23.10.
A veces un olor alarmante. Olor a humo de algun incendio de campos que inmediatamente disparaba las alarmas, ¡A tratar de ubicar el origen! Apreciar por el resplandor si era cerca o lejos, si por la dirección del viento podía ser una amenaza o no. Bomberos no había (y aunque los hubiera habido no habría con que convocarlos) así que había que adoptar las providencias del caso.
¡Que pintura que está haciendo Antonio!Está buenísimo el relato,se disfruta con gusto.
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